Por: Abdías Vargas.
Publicado en el segundo número del periódico de La Carreta Biblioteca:
Me encanta ser curioso, por curioso me percaté de esta conversación entre ‘la chocolatina’ (cuidadora oficial de la carreta) y La Carreta (recinto oficial de la biblioteca). Fecha: domingo primero de Julio 6:30 del anochecer.
– Guau, guau ¿cómo le fue por el pueblo? Me imagino, se le siente la felicidad hasta en las llantas.
– No me hable de mis llantas que las traigo re cansadas, las tengo como inflamadas de estar todo el día parada en el parque y sin poderme mover.
-Eso le pasa por calabaza, por no llevarme, yo le hubiera rascado las llantas, le habría ladrado, le espantaría los perros para que no le hicieran pipí encima, ¿y todo a cambio de qué? De nada, porque mi responsabilidad es cuidarla y protegerla, pero cuente.
-De todos mis días hoy fue el más feliz, aunque al amanecer los tornillos estaban de punta, me asaltaban las dudas y los temores, pensaba: ¿quién me arrastrará hoy? ¿O serán meras ilusiones como el día que me quise ir para Tinjacá? No quería tener otra desilusión por culpa no sé de quién.
-Pero la vi dichosa cuando la enganchó ese blanco hermoso.
-¡Ah!, claro, muy contenta de que me arrastrara ese poderoso Toyota 4.5, que fuerza, y que vigor, y del conductor que me dice, atento, guapo, gentil, fuerte y caballeroso, todo un señor.
Por la carretera todos me miraban y me echaban pito, los niños me sonreían y me hacían adiós con las manos, el aire se metía entre mi carpa y me hacía cosquillas entre los libros al viento. Al llegar al parque los patojos me dieron campo, quitaron las vallas, le pidieron a todos que dieran paso, que permiso, la música sonó más duro, los equipos de los señores Bonilla subieron su potencia, la fuente sacó sus mejores chorros y yo sonrojada de la mera alegría. Me soltaron al frente de la alcaldía, entre todos los puestos del sorbo y la arepa.
-Bueno, ¿y los niños qué?
-Fue lo mejor, no abrieron mis puertas y mi ventana cuando ya los tenía encima, unas niñas muy lindas fueron las primeras en pisarme, al primero que cogieron fue al libro del arco iris y el de chigüiro y el de los osos y después ya no supe; cogieron papel para dibujar, escribieron en mis tablas, me tocaban, me miraban con ternura, los más chiquiticos no hallaban qué hacer, las mamás me miraban, le leían a sus hijos, me rayaron, me pintaron, me hicieron feliz, muy feliz; me cogieron los yoyos y la plastilina, de verlos subir y bajar me estaba mareando; hubo un momento en que tenía treinta y dos niños y niñas encima, pero aguanté con mucha valentía, con mucho poder, y pensé: para esto fue que me hicieron, para ser parte de la felicidad de todos, en especial de niños y niñas, no solo de mi pueblo, también de la provincia, de Boyacá y del país entero, mejor dicho de todos los que me conocen y que me replican. Que nazcan muchas carretas, más grandes y más pequeñas, para llevar los libros a todos los niños y niñas, que donde quiera que nazca un bebé pueda yo llevar carretadas de felicidad.
Y la chocolatina se durmió a la sombra de La Carreta soñando felicidad.